Creo que más del 70% de las personas a las que he hecho algún reportaje de familia hasta ahora, comparten su vida con una mascota (yo prefiero mucho más la palabra animal) que han sido partícipe como uno más en las fotografías. Creo que no es casualidad, y si yo soy una amante empedernida de todo ser peludo de cuatro patas, pues así atraigo a las personas/clientes que a su vez aman a los animales.
La historia de Montse me tocó muy a dentro desde el primer correo que me mandó. Quería hacerse una sesión de fotos junto a su perra Julieta, una Westie de 13 años de edad, y enferma del corazón, a la que le habían dado dos meses de vida. Aunque esta guerrera había desmetido tal pronóstico, lo cierto es que su compañera humana vivía con el miedo de que cualquier día mirara para abajo y ella ya no estuviera allí. Quería conservar su imagen y su recuerdo para toda la vida, y además vivir la experiencia de un rato juntas, haciendo algo diferente e inolvidable, como es compartir un reportaje en familia.
Os tengo que confesar que esta propuesta me hizo, a partes iguales, sentir una enorme ilusión y responsabilidad. No era moco de pavo mi cometido.
No teníamos mucho tiempo ni queríamos arriesgarnos a que se fuera antes de hacer el reportaje, así que nos organizamos para hacer las fotos lo antes posible. Primero las visité en su casa, porque quería dejar constancia de sus cosas: su cama, sus juguetes favoritos, su comedero y sus ratos juntas en el sofá.
Luego salimos a dar un paseo, al jardín y a la playa donde comparten la rutina de cada día. ¡Hasta pudimos hacer algunas fotos con sus vecinos perrunos!
Su mamá ya me había contado que estaba sorda, y con muchos problemas de la vista. Sabía que su arritmia severa le hacía caer en redondo a cada poco, porque su corazón dejaba de latir, literalmente, por unos momentos. Pero una cosa es saberlo, y otra muy distinta fué vivirlo en persona. Las primeras veces se me partía el alma, pero poco a poco, viendo la naturalidad con la que ella misma y su familia lo vivía, conseguí relajarme y darme cuenta de que este era su día a día. Y ahí seguían todos, felices de poder seguir disfrutando de su maravillosa compañía. Vaya lección de fuerza y aceptación que me dieron.
Os dejo ya con la historia de Julieta. Gracias a ella, decidí que a partir de ese momento iba a dedicarme de forma expresa a la fotografía de mascotas. Aunque mil veces haya fotografiado los animales del resto de familias que he tenido hasta ahora, ella me ha enseñado la importancia de crear un espacio único dónde los animales sean los auténticos protagonistas.
Un millón de gracias bonita, tu coraje y ganas de vivir no las voy a olvidar nunca. Y por supuesto, gracias a tu familia humana, por darte el valor y el lugar que te mereces, y por regalarte este reportaje. Vivirás siempre en él y en sus corazones.
Inés MU
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